Cuando visitas México, una de las cosas que no puedes dejar de probar son sus dulces típicos.
Y, entre ellos, sobresale uno que cuenta con no solo una, sino varias leyendas acerca de su origen.
Se trata del camote poblano, un dulce típico que no puedes dejar de probar.
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Pero, ¿qué es el camote?
Se trata de un tubérculo que se ha cultivado en el continente americano por más de 8,000 años.
La culpa la tienen… ¿las monjitas?
No importa cuál versión de su origen sea la que prefieras. En todas ellas encontrarás un común denominador: las monjitas.
Al igual que con la historia de diversos platillos típicos mexicanos, como los chiles en nogada, las monjitas están detrás de este delicioso postre.
A continuación te presentamos las tres historias que se cuentan en torno al origen del camote poblano.
El niño travieso
Se dice que, hace muchos años, en un pueblo cercano a la capital existió un convento de monjas que enseñaban a los niños.
Y, entre ellos, había uno que era muy travieso. Así que, un día, el niño decidió hacer una broma en la cocina.
Entonces, cuando vio que una monjita había puesto una olla al fuego, se le ocurrió echarle un camote con azúcar y lo batió hasta crear una mezcla espesa.
Su idea era hacer algo que fuera difícil de remover cuando lavaran la olla.
Pero no contaba con que a la monja le gustara el sabor de la revoltura y se la ofreciera a sus compañeras.
Ellas agregaron algunas esencias, le dieron forma tubular y la envolvieron en papel, originando este rico dulce.
Un regalo para papá
Otra de las historias que más se cuentan es la de Maria Guadalupe, una chica de Oaxtepec, Morelos, que buscaba ordenarse como monja.
Para esto, asistió al convento de Santa Clara de Jesús. Un día, buscando enviarle un regalo a su padre, coció camotes.
A la mezcla, agregó azúcar y raspadura de limón, y lo dejó hervir. Posteriormente, dejó que se enfriara la mezcla y les dio forma cilíndrica.
De esta forma iniciaría una larga tradición gastronómica.
Un visitante especial
En una tercera versión se habla de unas monjitas de un convento muy pobre, que vivían de las donaciones de la gente.
Era por ahí de la época colonial, y en ese tiempo las personas acaudaladas donaban poco al convento.
Un día, recibieron la noticia de que las visitaría un alto ministro de la iglesia católica.
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Pensando en hacer algo exquisito, pensaron en la forma de hacer una buena comida con poco dinero.
Así, tomaron algunos camotes de la huerta y los hicieron pasta, agregando azúcar, naranja y limón.